El Mistério del Aureo Florecer

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Las divinales radiaciones de tipo sexual han sido calificadas por los mejores tratadistas del esoterismo como “luz ódica”.
Habiendo comenzado ya la Ciencia a estudiar la “teoría astral del cuerpo humano”, conviene, para mayor sencillez, usar los términos de la tradición antigua.
Aquí el “od” es, fuera de toda duda, el brillante magnetismo positivo activo, dirigido por el poder maravilloso de la voluntad consciente.
Aquí el “ob” es el fuido magnético pasivo, gobernado muy sabiamente por la inteligente facultad conocida como imaginación creadora.
Aquí el “aur” es el agente luminoso difenciado, el “genius lucis” del anfiteatro cósmico.
Una imagen regia, que guarda sublime concordancia con el magnetismo sexual de Eros, es la del famoso Caduceo de Mercurio ceñida de serpientes. La víbora flamígera solar de la derecha representa al “od”, la culebra luna y húmeda de la izquierda alegoriza al “ob” y en el remate magnífico del misterioso caduceo resplandece gloriosamente el globo del “aur” o la iguadad de la luz.
Mediante el coito metafisico, el ázoe y la magnesia de los antiguos alquimistas, la luz astral polarizada, sufre alteraciones notable. Tales alteraciones íntimas influyen secretamente sobre las relaciones electroquímicas en las últimas unidades vitales de nuestro organismo, para transformar su estructura.

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